Se levantó sin ánimos como siempre, con la misma cara triste que el día anterior. Miró por la ventana y al ver que hacia sol, lo miró con desprecio. Odiaba que hiciera sol. Odiaba ver a la gente feliz. Odiaba su vida.
Se vistió sin muchas ganas y salió como cada mañana a comprar el pan. Se golpeó con tres o cuatro personas por el camino, a las cuales fulminó con la mirada antes de que tuvieran tiempo a reprocharle nada.
Vuelta a casa. ¿Qué iba a hacer durante el resto del día? Nada. Lo mismo que ayer. Sentarse a mirar pasar las horas, enfrente del ordenador, leyendo un libro o concentrándose en sus pensamientos.
¿Cuando dejó de vivir? Ni siquiera lo recuerda, o tal vez a no quiera hacerlo por miedo a llorar otra vez.
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